El Observatorio de Ética Aplicada a la Intervención Social.
No cabe duda de que vivimos momentos socialmente apasionantes pero abrumadores: ciclos históricos más cortos que nunca; cambios sociales y legales constantes; movimientos migratorios masivos; revolución cientificotecnológica; revolución de la mujer que ha dicho “basta” al papel secundario y de víctima que se le había asignado; deformación de la pirámide de población; expansión globalizada de los derechos humanos, de las libertades y del pluralismo… y, a pesar de eso –o precisamente por eso-, se reclama con insistencia reflexionar sobre los valores éticos.
Esta necesidad de reflexión se ha hecho evidente en muchos campos de la ciencia y del saber humano, como la medicina, la biotecnología, los medios de comunicación, la empresa… pero hasta ahora no ha estado presente, al menos con la intensidad en que lo ha estado en los ámbitos profesionales antes señalados, en los servicios o en la acción social. Asistentes y trabajadores sociales, educadores sociales, pedagogos, psicopedagogos, psicólogos, juristas… quieren hablar, debatir, reflexionar y obtener orientaciones sobre ética aplicada en cuestiones como la discapacidad y el derecho a la propia sexualidad, el paternalismo y el derecho a decidir de las personas mayores o dependientes, la violencia en la acción educativa (por ejemplo la clásica pregunta de si se puede hablar de “bofetadas bien dadas”) o, para acabar con los ejemplos, la ética profesional y los deberes generales ante la justicia.
Todos los profesionales de la intervención social quieren reflexiones sobre hacia dónde vamos y qué límites tenemos. No cabe duda de que el trabajo social comporta, como dice Joan Canimas, un alto riesgo ético, porque a) el operador social ha de cuestionar a menudo la moral de los destinatarios; b) no se dispone de áreas intermedias entre el profesional y el usuario; c) hay una dificultad de captar y diferenciar las problemáticas éticas de otras problemáticas; d) hay dificultad para entender “la voz del otro”, y e) no disponemos aún, como en otras profesiones, de mecanismos de respuesta a la inquietudes y problemas éticos de los profesionales, por ejemplo comités de ética aplicada.
Esta necesidad de reflexión se ha hecho evidente en muchos campos de la ciencia y del saber humano, como la medicina, la biotecnología, los medios de comunicación, la empresa… pero hasta ahora no ha estado presente, al menos con la intensidad en que lo ha estado en los ámbitos profesionales antes señalados, en los servicios o en la acción social. Asistentes y trabajadores sociales, educadores sociales, pedagogos, psicopedagogos, psicólogos, juristas… quieren hablar, debatir, reflexionar y obtener orientaciones sobre ética aplicada en cuestiones como la discapacidad y el derecho a la propia sexualidad, el paternalismo y el derecho a decidir de las personas mayores o dependientes, la violencia en la acción educativa (por ejemplo la clásica pregunta de si se puede hablar de “bofetadas bien dadas”) o, para acabar con los ejemplos, la ética profesional y los deberes generales ante la justicia.
Todos los profesionales de la intervención social quieren reflexiones sobre hacia dónde vamos y qué límites tenemos. No cabe duda de que el trabajo social comporta, como dice Joan Canimas, un alto riesgo ético, porque a) el operador social ha de cuestionar a menudo la moral de los destinatarios; b) no se dispone de áreas intermedias entre el profesional y el usuario; c) hay una dificultad de captar y diferenciar las problemáticas éticas de otras problemáticas; d) hay dificultad para entender “la voz del otro”, y e) no disponemos aún, como en otras profesiones, de mecanismos de respuesta a la inquietudes y problemas éticos de los profesionales, por ejemplo comités de ética aplicada.
Todo esto y más justificaba, según la opinión de unos cuantos,la creación, en septiembre de 2004, de una experiencia sin precedentes en este ámbito como es el Observatorio de Ética Aplicada a la Intervención Social. Una iniciativa que pretende estimular una cultura profesional y ciudadana sobre los valores morales, explícitos e implícitos, presentes en las prácticas de la intervención social; una cultura moral respetuosa con los derechos humanos y entendida como un bien público. Los objetivos del Observatorio son:
- Abordar casos o problemáticas éticas que afectan a la comunidad de profesionales de la intervención social y a las personas atendidas, desde una visión interdisciplinaria, pluralista y teniendo en cuenta la voz de los afectados.
- Estimular la reflexión ética, poniendo de manifiesto la diversidad de puntos de vista existentes en las sociedades plurales, descubriendo malos entendidos, acercando opiniones divergentes y colaborando en la construcción de una moral cívica con voluntad universalista.
- Someter sus deliberaciones y recomendaciones a la opinión de los ciudadanos en general para que las conozcan, las hagan suyas, las corrijan y las continúen, a través de grupos de trabajo, seminarios de investigación, cursos de formación y debate, ciclos formativos, publicaciones, etc.
- Ser un centro de recursos y un punto de referencia y de estímulo de dinámicas de análisis, de deliberación y de participación ciudadana en la ética aplicada a la intervención social. Toda esta actividad se hará enlazando y/o colaborando con todas aquellas experiencias que vayan en esta línea.
El Observatorio tiene tres grandes áreas de actuación: formación, consultoría e investigación. El área de formación organiza actos, conferencias, debates y cursos de formación (de verano, para entidades…) sobre ética aplicada a la acción social. Hoy estamos embarcados en un seminario transfronterizo con especialistas franceses sobre las problemáticas éticas en el campo del tratamiento de las drogodependencias; tenemos en preparación un seminario sobre “los otros toman la palabra” que quiere abordar temas como el velo en las escuela; la cultura de las personas sordas, le trabajo y la sexualidad en las personas con discapacidad intelectual grave; el secreto profesional y los menores.
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